lunes, 26 de octubre de 2009

Dos tormentas

Eran las siete y media de la tarde, y como cualquier otro día laboral, dejé la oficina. Ni bien me monté sobre la acera, me acordé de esa canción que cantaba o cantó alguna vez John Fogerty que habla de la calma que antecede a la tormenta. El aire estaba rancio y espeso y el cielo entre claro y rosado. ¿La calma? La calma se cortaba con cuchillo.

Así fue entonces que dejé la oficina y comencé el camino a casa. Por suerte, vivo a pocos metros del trabajo y entonces, como siempre, regresé mirando –como en una repetida imagen en mi cabeza– las baldosas de la acera, tratando de evitar pisar en el movimiento de traslación de mi cuerpo las juntas de las mismas. Cualquier persona que me hubiese visto saltando de baldosa en baldosa evitando pisar las juntas, seguramente se habría acordado del temeroso y paranoico Jack. Yo, en cambio, me acordaba de los momentos de soledad de mi infancia.

Llené la pava de agua y puse la pava al fuego. La calle, de repente, se iluminó con una enceguecedora luz incandescente. Comencé a chupar mate y el viento empezó a seducir con sus caricias a las coquetas cortinas que se movían encantadas como la arábica alfombra mágica. Yo seguía con mi mate, Sabina le cantaba a una puta en la radio y Zeus incitaba e irritaba al viento y a la lluvia para que hicieran de las suyas.

El viento fresco me despeinaba, y la lluvia mojaba todo lo que se encontraba debajo de su falda, cuando súbitamente otra tormenta explotó dentro de mí: fue entonces que me acordé de los huevos fritos con jamón del medio día. Imaginé tal vez que la dieta mediterránea aparentemente se vio influenciada por el ya no tan caliente mate –más bien lavado– y éste, imagino, estimuló de alguna forma negativa a los pobres huevos y al elegante jamón. No tuve tiempo de nada, ni siquiera de terminar de lavar el mate. Aguanté la respiración mientras una gota de sudor frío dibujaba el perfil de mi nariz, junté las piernas a la altura de las rodillas, y corriendo como podía –asemejándome a un pingüino que se escapa de un cazador ilegal– y tratando a mi vez de que no se me cayera nada en el camino, enfilé mi cuerpo hacia donde se encuentra el asiento de lo intangible, dejando a Zeus jugando al viejito con la lluvia y con el viento malnacido.

Como siempre sucede en estos casos, el apoya cantos estaba frío como la muerte y al sentarme sobre él, un impulso eléctrico recorrió toda mi espalda. Zeus, por su lado, seguía jugando al viejito con el viento y la lluvia y la lluvia misma ya había perdido dos veces seguidas en el juego. Yo, por mi lado, seguía peleando y estremeciéndome por los estruendos que producían no Zeus y sus amigos, sino lo que iba quedando de los pobres huevos y de su excelente jamón.

Un par de jarrones se rompieron en la sala: lo intuí por el ruido envolvente que llegó desde el living. Entendí que Zeus y sus secuaces ya habían invadido mi morada entrando sin invitación por la ventana abierta que custodiaban con desgano las coquetas cortinas. La violencia del juego que llevaban a cabo estaba arrasando con todo lo que encontraban a su paso. Loco que parezca, esa destrucción no me importaba demasiado, puesto que, a la hora de priorizar problemas, ya había encontrado otro más urgente: la falta del papel que higieniza las vergüenzas.

Como un ciego en un rosedal iba tanteando lo que podía y como podía, ya que, a ese entonces, Zeus se había encargado de hacer saltar las llaves térmicas del departamento. Buscaba desesperadamente algo con que desvergonzarme pero no daba en el blanco, visto que todo estaba negro y oscuro. Estaba parado aunque con las piernas un tanto flexionadas hacia delante, dobladas de alguna forma sobre las rodillas y la retaguardia con cierta elevación. Solamente atiné a meter como un contorsionista mi mano derecha en el bolsillo izquierdo de mi pantalón –con la mano izquierda me sostenía del toallero; mi bolsillo derecho hace años que no lo uso: tiene un hueco que todos los viernes me prometo arreglar–. Para mi sorpresa encontré algo que, dada su textura, se asemejaba a un billete. Claro que no era capaz de distinguir su valor en términos económicos, pero como bien reza el refrán, donde faltan los tuertos, el ciego es reina –o algo parecido– y, dada la coyuntura, poco me importó que el prócer fuera el que arregla el calefón o el más importante letrado de la Biblia: a esa altura de las circunstancias la vergüenza se solidificaba y urgía una acción de limpieza inmediata.

5 comentarios:

Hora Ferreyra dijo...

Jajajajaja! Buenísimo!

Trengo tres observaciones más bien tontas:

1- "Llené la pava de agua y puse la pava al fuego." ¿Fue a propósito? Ahora no me jode tanto, pero la primera vez que leí la oración sí.

2- Me parece que tenés que decir algo del momento en que se corta la luz, y no mencionarlo a la pasada cuando ya estás buscando a tientas el papel higiénico. Ese momento puede ser otro elemento gracioso del texto (llueve sobre mojado).

3- ¿Termina ahí o está incompleto? Si está incompleto, pido la continuación; si termina ahí, pido que continue!

"Tu cumpleaños me emborrachó".
Abrazo!

Lukaka dijo...

jejej

Te contesto:

1) Sí, lo hice a propóstio. Suena cargado, coincido ... pero no sé, tampoco me disgustaba demasiado. Iba a poner "Puse el agua al fuego", evitando mencionar a la pava, pero me gustó más así ...

2) Tenés razón. Igual deba pensar un entretiempo donde se corta la luz. Es que lo escribí demasiado rápido al textito ... y en la rapidez lo único que quería era terminarlo.

3) Termina ahí ... :-) ... veremos luego si surge otro final ..

Gracias!

Abrazos!

"Mi cumpleaños te emborrachó"

Majo Arrigoni dijo...

Me parece...:

"me monté sobre la acera"... ni monté, ni acera.

la parte de las baldosas del segundo párrafo me encanta.

Lo de las coquetas cortinas me parece cursi.
lo de Zeus me parece que no pega.
lo de la lluvia mojando todo lo que se encotnraba debajo de su falda me parece cursi también, pero antiestético: me figuro inmediatamente una señora haciendo pis y mojando todo.

lo de la tormenta que "explota" me parece demasiado violento. Lo que le sigue me parece de mal gusto, y creo que es de mal gusto porque la historia no arranca con cierto humor tal que uno pueda encotnrarse con "los huevos fritos y el jamón del mediodía" y seguir riéndose como lo venía haciendo...
la elegancia con la que seguís la descripción parece una burla en contraste con la escena que describís.
¿qué tiene de elegante el jamón?
lo de "que no se me cayera nada en el camino" también me aprece de mal gusto.

"dejando a Zeus jugando al viejito con la lluvia y con el viento malnacido", si bien lo de Zeus me parece que no pega, me gusta esa idea de juego.

lo de los estruendos que iban produciendo lo que iba quedando de los pobres huevos y de su excelente jamón me parece desagradable (literalmente).

el final también me parece asqueroso (literalmente).

Consideresé que yo tengo una limitación desde lo estético, ¿no? Desde ahí voy a opinar siempre me parece... Este cuento tuyo me parece super antiestético desde las imágenes y desde el lenguaje cursi.

busqué CURSI en el diccionario para no errarle:

1. adj. Se dice de un artista o de un escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados.


"en vano" me parece cuando la enécdota tiene que ver con algo tan ordnario (literalmente, en uno y otro sentidos).
Si le quitaras esa elegancia y expresiones como de otro tiempo, quizás me sonaría mejor el relato, aunque estético nunca.

Espero no suene agresivo el comentario, que viene cargado de dis-gusto. Es una franca opinión... pero evidentemente sobre gustos no hay nada escrito: Ahí el Hora te hace la hinchada!

Saludos

Majo

Dario Palminio dijo...

JAjaja! 1/2 bizarro tu humor raro con un poco de eXtraño colaSH! Buena crítica la de Majo. Una amigasa! Jajaja Siempre dicen que sobre humor no hay nada escrito y, la verdad que, yo me acurdo haber leido algo! Jajaja

A mi me hizo recordar al tema de Hugo Varela "Corbata Rojo Punzo":
http://vagalume.uol.com.ar/hugo-varela/corbata-rojo-punzo.html

Tambien me acordé de la película "Mi Novia Polly" cuando Ben Stiller le usa el baño a Polly y le usa esa toallita hermosa.

Jaja! Bueno!

Graciela Llados dijo...

Humor rancio tipo Sabina, creo que tiene algo de "a esto le falta la música", la letra da igual.
Me parece muy bueno cambiar de estilo estamos para jugar si nos sale escribir y que guste, bien, si nos sale escrbir y que ME guste,mejor.