viernes, 30 de octubre de 2009
El estanque
- ¿Qué hacés Rulo? ¿Todo bien? Hace rato que no te veía por acá.
- ¡Hola flacura! Sí, todo está bien. ¿Qué contursi?
Rulo y el Flaco son amigos desde que nacieron. Tienen tantos días el uno como el otro. Hasta, creo, la misma fisonomía y comparten incluso el color de pelo. Eran lindos días aquellos. Y todo en el estanque se sucedía y todo transcurría con la misma tranquilidad y con la misma parsimonia que caracteriza el movimiento de un caracol que se mueve en cualquier plano posible.
- Nada che, lo de siempre, ¿viste? Una pileta hoy por la mañana y ya voy por la cuarta.
- Ah, sí, veo que seguís con el entrenamiento exhaustivo. Yo en cambio, poco y nada. Un poco de pecho y ahora algo de espalda, pero a un ritmo muy tranquilo. No tengo ganas de estresarme.
Al Flaco le gustaba mantenerse en estado. El Rulo, bueno, lo de siempre. Un poco más rezagado. De repente, lo inesperado:
- ¿Y eso? ¿Qué es ese temblor? ¿Por qué tanto movimiento?
- No lo sé Flaco, nunca había visto ni sentido algo así. ¡¿Qué carajo es esto?!
Todo empezó a moverse. Todo se avivaba. Y el estanque que siempre estuvo calmo –aunque a veces experimentaba ciertas nimias agitaciones– se enfureció de repente como se enfurece Neptuno y todo era caos y todo era un solo movimiento brusco.
El espejo del estanque se quebró en mil pedazos y cada filo de cada polígono especular se encorvó generando olas que taparon a los dos amigos. Las olas, no obstante, respondían a un movimiento armónico simple, y si bien su frecuencia era alta y constante, lo peligroso era en realidad la amplitud de tal movimiento, lo que provocaba que las olas golpearan con fiereza.
El tiempo pasaba y el movimiento se aceleró. La frecuencia aumentó y los amigos fueron separados por la violencia del entorno. De nada sirvieron los gritos ni los intentos desesperados para encontrarse. Ya todo parecía estar perdido. Y si bien se veían, no podían alcanzarse ni oírse. Y entonces, así, como si nada, de un momento a otro, dejaron el estanque que alguna vez los acogió calurosamente, y de esta forma, terminaron pegados en la cortina que cubría la ventana que daba a la avenida.
martes, 27 de octubre de 2009
Interesante ...
http://www.hoy.es/20090924/sociedad/orinar-ducha-ahorra-litros-20090924.html
Salud!
lunes, 26 de octubre de 2009
Embriágate
Es preciso estar siempre ebrio. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la horrible carga del tiempo, que aplasta tus hombros y te inclina hacia la tierra, es preciso que te embriagues sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que te plazca.
Pero embriágate.
Y si alguna vez en los escalones de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la soledad lúgubre de tu cuarto, te despiertas, la embriaguez ya disminuida o ya desaparecida, pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntales que hora es, y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, te responderán:
¡Es hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados del tiempo, embriágate ¡embriágate sin cesar! De vino, de poesía, o de virtud, de lo que te plazca
Enivrez-vous
Il faut être toujours ivre. Tout est là : c’est l’unique question. Pour ne pas sentir l’horrible fardeau du temps que brise vos épaules et vous penche vers la terre, il faut vous enivrer sans trêve.
Mais de quoi ? De vin, de poésie ou de vertu, à votre guise. Mais enivrez-vous.
Et si quelquefois, sur les marches d’un palais, sur l’herbe verte d’un fossé, dans la solitude morne de votre chambre, vous vous réveillez, l’ivresse déjà diminuée ou disparue, demandez au vent, à la vague, à l’étoile, à l’oiseau, à l’horloge, a tout ce qui fuit, à tout ce qui gémit, a tout ce qui roule, à tout ce qui chante, à tout ce qui parle, demandez quelle heure est il ; et le vent, la vague, l’étoile, l’oiseau, l’horloge, vous répondront : - Il est l’heure de s’enivrer ! Pour n’être pas les esclaves martyrisés du temps, enivrez-vous, enivrez-vous sans cesse ! De vin, de poésie ou de vertu, à votre guise.
Dos tormentas
Así fue entonces que dejé la oficina y comencé el camino a casa. Por suerte, vivo a pocos metros del trabajo y entonces, como siempre, regresé mirando –como en una repetida imagen en mi cabeza– las baldosas de la acera, tratando de evitar pisar en el movimiento de traslación de mi cuerpo las juntas de las mismas. Cualquier persona que me hubiese visto saltando de baldosa en baldosa evitando pisar las juntas, seguramente se habría acordado del temeroso y paranoico Jack. Yo, en cambio, me acordaba de los momentos de soledad de mi infancia.
Llené la pava de agua y puse la pava al fuego. La calle, de repente, se iluminó con una enceguecedora luz incandescente. Comencé a chupar mate y el viento empezó a seducir con sus caricias a las coquetas cortinas que se movían encantadas como la arábica alfombra mágica. Yo seguía con mi mate, Sabina le cantaba a una puta en la radio y Zeus incitaba e irritaba al viento y a la lluvia para que hicieran de las suyas.
El viento fresco me despeinaba, y la lluvia mojaba todo lo que se encontraba debajo de su falda, cuando súbitamente otra tormenta explotó dentro de mí: fue entonces que me acordé de los huevos fritos con jamón del medio día. Imaginé tal vez que la dieta mediterránea aparentemente se vio influenciada por el ya no tan caliente mate –más bien lavado– y éste, imagino, estimuló de alguna forma negativa a los pobres huevos y al elegante jamón. No tuve tiempo de nada, ni siquiera de terminar de lavar el mate. Aguanté la respiración mientras una gota de sudor frío dibujaba el perfil de mi nariz, junté las piernas a la altura de las rodillas, y corriendo como podía –asemejándome a un pingüino que se escapa de un cazador ilegal– y tratando a mi vez de que no se me cayera nada en el camino, enfilé mi cuerpo hacia donde se encuentra el asiento de lo intangible, dejando a Zeus jugando al viejito con la lluvia y con el viento malnacido.
Como siempre sucede en estos casos, el apoya cantos estaba frío como la muerte y al sentarme sobre él, un impulso eléctrico recorrió toda mi espalda. Zeus, por su lado, seguía jugando al viejito con el viento y la lluvia y la lluvia misma ya había perdido dos veces seguidas en el juego. Yo, por mi lado, seguía peleando y estremeciéndome por los estruendos que producían no Zeus y sus amigos, sino lo que iba quedando de los pobres huevos y de su excelente jamón.
Un par de jarrones se rompieron en la sala: lo intuí por el ruido envolvente que llegó desde el living. Entendí que Zeus y sus secuaces ya habían invadido mi morada entrando sin invitación por la ventana abierta que custodiaban con desgano las coquetas cortinas. La violencia del juego que llevaban a cabo estaba arrasando con todo lo que encontraban a su paso. Loco que parezca, esa destrucción no me importaba demasiado, puesto que, a la hora de priorizar problemas, ya había encontrado otro más urgente: la falta del papel que higieniza las vergüenzas.
Como un ciego en un rosedal iba tanteando lo que podía y como podía, ya que, a ese entonces, Zeus se había encargado de hacer saltar las llaves térmicas del departamento. Buscaba desesperadamente algo con que desvergonzarme pero no daba en el blanco, visto que todo estaba negro y oscuro. Estaba parado aunque con las piernas un tanto flexionadas hacia delante, dobladas de alguna forma sobre las rodillas y la retaguardia con cierta elevación. Solamente atiné a meter como un contorsionista mi mano derecha en el bolsillo izquierdo de mi pantalón –con la mano izquierda me sostenía del toallero; mi bolsillo derecho hace años que no lo uso: tiene un hueco que todos los viernes me prometo arreglar–. Para mi sorpresa encontré algo que, dada su textura, se asemejaba a un billete. Claro que no era capaz de distinguir su valor en términos económicos, pero como bien reza el refrán, donde faltan los tuertos, el ciego es reina –o algo parecido– y, dada la coyuntura, poco me importó que el prócer fuera el que arregla el calefón o el más importante letrado de la Biblia: a esa altura de las circunstancias la vergüenza se solidificaba y urgía una acción de limpieza inmediata.
viernes, 23 de octubre de 2009
DIÁLOGO DE DIÉPTESIS
La nonimis estaba oscura y fría, debería haberse levantado por un trapso de capsi, pero prefirio surrarsu: “no me puedo dormir”, tras un lapsu prolongado balbuceo: “acariciame el noema”.
Y de bruscarlas de sorio nació la ranmisis de la cuore. Apretoniando la refesis und salcosteando un split, renacere la magma de las tretras del racio. Sandete: Yo soy menos sin vos. Y elsemesacó una de las trastes de su boca. Sapiendo que te liebe dich non podemos escaparnos de lla mano del miedo. Fueramos testigos o simples ecuásimos como cualquier Diéptesis.
MFL
jueves, 22 de octubre de 2009
Otra
A propósito de los comos...
Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso…
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones…
así estoy yo, así estoy yo sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernovil,
solo como un poeta en el aeropuerto…
así estoy yo sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño…
así estoy yo sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile…
así estoy yo, así estoy yo sin ti.
miércoles, 21 de octubre de 2009
Liniers... ¡Pero qué gracioso!
lunes, 19 de octubre de 2009
Rojo Frutilla
Me hizo el amor,
y digo me hizo porque yo no entendía nada de cómo se hacia.
Me hizo el amor,
lo hizo y me lo hizo sentir;
al amor,
el que ella me había tenido por tanto tiempo.
ﭺ
Desde esa vez solamente tuve que volver a escapar (como antes),
a escapar de ella;
o de mi.
.
ﭺ
Yo no la amaba, de eso siempre tuve seguridad.
Y no me había hecho temblar lo testifico (hasta esa noche).
Hicimos lo que teníamos que hacer porque desde hace años nos lo debíamos.
Me hizo lo que me tenía que hacer y después nos dormimos.
ﭺ
Al otro día yo la abandoné en su casa,
la dejé sola como vivía y seguí con lo mió;
con mi vida.
Me vino a buscar a la empresa donde yo trabajaba.
La anunciaron porque yo era importante -ahí-
entonces me podía hacer la que no estaba.
ﭺ
No pensé en ella esa noche ni la siguiente.
Vi mucha tele y me acosté muy tarde;
pero no me quedó tiempo para pensar en ella -esas noches-.
Creo que supo que no la quise; o que lo sabe.
ﭺ
Me dijo por teléfono que nos fuéramos,
que podía conseguir trabajo en Italia y que Roma era una ciudad hermosa;
le cambié de tema –claro-.
Hace un mes me la crucé en un kiosco de acá del barrio,
estaba sola comprando pocas cosas;
no nos pudimos besar ahí –se entiende-;
la acompañé a su casa y me reiteró lo del viaje.
Nos dimos un beso mojado que todavía me acuerdo.
Me fui rápido.
No tenía ganas de decirle nada,
no sé porque fui.
ﭺ
A las dos semanas de eso se tomó un plane a Italia,
no me espero
supongo que intuía mi respuesta,
que nunca se la dije.
Ahora espero que no siga pensando en mi,
ni creyendo que pienso en ella.
Porque puedo asegurar que no pienso en ella.
viernes, 16 de octubre de 2009
Exactamente así
Ella me contaba que ya no vivía nadie en esa zona. Las pocas casas de los alrededores estaban desiertas y ruinosas, como si hubiese explotado una bomba atómica y la radiación los hubiese matado a todos. O, mejor, como si el pozo se hubiese tragado el pueblo entero para escupir las casas como semillas de sandía.
Eso es lo que ella me contaba mientras caminábamos. Que de vez en cuando alguien desaparecía en aquel campo, como si hubiese caído al pozo. Exactamente así. Yo asentía en silencio, pensando en otra cosa, en el contacto de su mano, en su sonrisa, en su voz dulce, cargada de entusiasmo, como una víbora de cascabel.
Así, enredados en algo parecido al amor, se nos fue la tarde. Dejó de existir. Como si el tiempo los disolviera, desaparecieron el campo, los yuyos, el pozo, su sonrisa, su voz, su mano, la mía. Nosotros.
jueves, 15 de octubre de 2009
El jardín
y enchufa el enchufe de la radio en la pared.
El electrón se mueve por el cable,
atraviesa el enchufe, excita la radio
y mueve las torpes piernas del enano del jardín.
La enana se acerca, se aleja, le guiña un ojo
y balancea su cartera con frenesí.
El enano la mira, se acerca, se sonroja
y Bob Dylan cantaba Blowin’ in the wind.
El titiritero los mira, espía, sonríe
y desenchufa el sol del 27 de otoño de ese abril.
Su gordini y nosotros
Teníamos que llegar a tiempo para el trabajo y Augustus me había prometido que si lo ayudaba él iba a pagar lo criollos y el mate, pero, por sobre toda las cosas, los niños iban a quedar muy agradecidos con nuestra labor. Yo pensaba en realidad en otras dos cosas diferentes: en si el gordini iba a llegar a destino en tiempo y forma y en el contenido de los trajecitos sugerentes que vestían a las promotoras.
Finalmente, el trabajo a realizar fue realizado. Los niños -imaginaba y comentaba- deberían estar orgullosos de nosotros por haber hecho algo que en realidad no nos correspondía. Augustus replicaba agradecido que los orgullosos deberíamos ser nosotros por la labor hecha y agregó que la felicidad, hermano, es incompleta. Yo le retrucaba diciendo que el gobierno siempre canta envido con un cuatro de copas. El hecho es que terminamos el trabajo como se debía, y ahí, otra vez, arriba del gordini nos montamos para retornar al punto de partida.
Luego de tanto pensar -y eso que no creo en el destino ni me considero supersticioso-, una vez ya en movimiento y sobre la ruta, el bólido detuvo su marcha. Así nomás. Así, a secas. Pensé para mis adentros que era culpa mía, por haber pensado tan mal sobre él. Lo veía como una especia de quejosa venganza, pero no. Esta vez las fuerzas de la física y de la mecánica conspiraron contra el pulmón deteriorado de la pobre bestia prehistórica. Augustus, sorprendido e incrédulo, intentó varias veces ejecutar un electro-shock con la llave, pero el burro no nos daba ni la hora.
Fue entonces que intentamos desempolvar un poco nuestras neuronas ávidas de conocimiento técnico y Augustus sugirió que empujáramos el bólido para engañar así al burro haragán. ¡Eureka!, gritamos despavoridos. El gordini empezó otra vez a escupir humo blanco por su escape y su ronquido que asemejaba a una garganta trasnochadora nos dio la pauta de que todavía quería seguir transitando por las agrietadas calles cordobesas.
Sin embargo, el bólido no pudo sostener su estructura por mucho tiempo más. El humo blanco que a priori inundaba la atmósfera a través de su caño de escape empezó a rellenar ésta vez su corazón y nosotros empezamos a asfixiarnos con su espesura gaussiana. Frenando rápidamente casi sobre la acera, detuvimos el gordini y descendimos del mismo asustados por el humo que inundaba la cabina. Aludiendo, una vez más, a nuestros reconocidos conocimientos técnicos, empezamos a elucubrar las más locas y disparatadas posibles problemáticas que pudieran darnos alguna pista del porqué de lo sucedido para solventar el enmudecimiento del gordini.
Curiosamente, y para nuestra sorpresa mientras teorizábamos sobre la problemática, vimos que detuvimos el bólido a unos pasos de los puestos de promoción de preservativos. Las chicas -eran tres-, que los repartían bajo el eslogan de 'muera sin descendencia, pero muera con conciencia', nos observaban atónitas. Al girar mi cabeza y comprobar que nos miraban de esa manera, imaginé de repente que imaginaron que vieron a dos locos desesperados agitando los brazos -casi como marionetas guiadas por un titiritero primerizo- que se ahogaban adentro de una pecera con forma de gordini.
El gordini ya no escupía ni vomitaba humo blanco. Augustus quitó el contacto eléctrico y el pobre quedó mudo y sin vida. Las chicas nos miraban y nosotros mirábamos al gordini. Las teorías sobre electricidad y mecánica del automotor iban y venían así como la mirada de las chicas, que nos desconcertaba y hacía más difícil nuestro razonamiento. No obstante, nuestra investigación fue fructífera. Aparecieron cables en alto estado de temperatura y ya empezamos a intuir por dónde iban los tiros. Aún así, las miradas eran insistentes pero nuestro objetivo era también claro: no teníamos tiempo para otra cosa que no fuera revivir al gordini.
Augustus recurrió a su nimia caja de herramientas de donde obtuvo un trozo de cable de velador de dormitorio y un alicate quasi oxidado. Haciendo uso de sus aceitadas muñecas empezó por una punta del cable, desmembrándolo sólo un poco, hasta obtener y ver su corazón de cobre. Luego, la otra punta. Así, procedió al cambio del elemento identificado como el culpable de dañar las vías respiratorias del gordini. Yo, por mi parte ayudaba a iluminar la oscura realidad con la luz proporcionada por las diminutas pantallitas de dos teléfonos celulares que hacían las veces de linternas. Menos mal que tenían sus sendas baterías a plena carga. Fue un digno trabajo de equipo. Encontramos un problema. Pensamos una solución y pusimos manos a las obras. Trabajo perfecto. El gordini volvió a respirar.
Una vez ubicados dentro de la cabina del gordini, Augustus le dio un nuevo golpe eléctrico y empezó otra vez a toser y a escupir humo blanco por su escape. Sin embargo había algo que faltaba. Giré mi cabeza, buscando una mirada cómplice y sólo encontré vacío. Miré a Augustus buscando una respuesta y nada dijo. No entendía nada. Miré para afuera de nuevo. Nada. Media hora atrás, tres chicas nos miraban y nosotros les mostrábamos nuestras espaldas tratando de revivir al gordini. Ahora el gordini respira y mueve la cola como un perro contento, pero no hay chicas. 'Será que sólo hay vida en cantidades finitas', pensé. 'O es uno, o es otro', trataba de razonar. 'Si fuera así, entonces... el gordini... No, no tiene sentido'. 'La física y la mecánica priman sobre cualquier otro tipo de teorías', es lo que me habían enseñado. Pero no tuve tiempo de seguir pensando. Augustus puso primera, y luego de una bocanada blanca, el gordini se perdió por la avenida.
ryuichi sakamoto
La amistad (Giorgio Agamben)
La amistad está tan estrechamente ligada a la definición misma de la filosofía que se puede decir que sin ella la filosofía no sería propiamente posible. La intimidad entre amistad y filosofía es tan profunda que ésta incluye el phílos, el amigo, en su mismo nombre y, como suele suceder en toda proximidad excesiva, corre el riesgo de no llegar a realizarse. En el mundo clásico, esta promiscuidad y casi consustancialidad del amigo y del filósofo se daba por descontada y es ciertamente por una intención en algún sentido arcaizante que un filósofo contemporáneo -en el momento de formular la pregunta extrema: "¿qué es la filosofía?- llegó a escribir que ésta es una cuestión para tratar entre amis. Hoy la relación entre amistad y filosofía, de hecho, ha caído en descrédito y es por una suerte de compromiso y mala conciencia que aquellos que hacen profesión de filosofía intentan vérselas con este partner incómodo, y por así decir, clandestino de su pensamiento.
Hace muchos años, un amigo, Jean-Luc Nancy, y yo habíamos decidido intercambiar cartas sobre el tema de la amistad. Estábamos persuadidos de que ése era el mejor modo de acercarnos y casi "poner en escena" un problema que de otro modo parecía escapar a un tratamiento analítico. Yo escribí la primera carta y esperaba no sin temblor la respuesta. No es éste el lugar para intentar entender por qué razón -o quizá malentendido- la llegada de esa carta de Jean-Luc significó el fin del proyecto. Pero es cierto que nuestra amistad -que en nuestros objetivos habría debido abrirnos un acceso privilegiado al problema- fue en cambio un obstáculo y resultó, de algún modo, al menos provisionalmente, oscurecida.
Es por un malestar análogo y probablemente consciente que Jacques Derrida eligió como leitmotiv de su libro sobre la amistad un lema sibilino que la tradición atribuye a Aristóteles y que niega la amistad en el mismo gesto con el que parece evocarla: ô phíloi, oudeís philos, "¡Oh amigos, no hay amigo!". Uno de los temas del libro es, de hecho, la crítica de aquella que el autor define como la concepción falocéntrica de la amistad, que domina nuestra tradición filosófica y política. Cuando Derrida estaba todavía trabajando en el seminario del cual nació su libro, habíamos discutido juntos acerca de un curioso problema filológico que concernía precisamente al lema en cuestión. El se encuentra citado, entre otros, en Montaigne y en Nietzsche, quienes lo habrían extraído de Diógenes Laercio. Pero si abrimos una edición moderna de las Vidas de filósofos, en el capítulo dedicado a la biografía de Aristóteles (V, 21) no encontramos la frase en cuestión, sino una en apariencia casi idéntica, cuyo significado es no obstante diverso y bastante menos enigmático: "aquel que tiene (muchos) amigos, no tiene ningún amigo".
Una visita a la biblioteca fue suficiente para aclarar el misterio. En el año 1616, el gran filólogo de Ginebra Isaac Casaubon decide publicar una nueva edición de las Vidas. Junto al pasaje en cuestión -que todavía en la edición procurada por el suegro Henri Etienne decía ô phíloi (oh, amigos)- corrigió sin titubear la enigmática lección de los manuscritos, que se volvió así perfectamente inteligible, y por esto, fue acogida por los editores modernos.
Dado que informé enseguida a Derrida del resultado de mis investigaciones, quedé sorprendido, cuando el libro salió publicado con el título Politiques de l´amitié (Políticas de la amistad), al no encontrar allí ninguna huella del problema. Si el lema -apócrifo según los filólogos modernos- figuraba en el libro en su forma originaria, no era ciertamente por un olvido (descuido): era esencial, en la estrategia del libro, que la amistad fuera, al mismo tiempo, afirmada y puesta en duda.
En esto, el gesto de Derrida repetía el de Nietzsche. Cuando era todavía un estudiante de filología, Nietzsche había comenzado un trabajo sobre las fuentes de Diógenes Laercio, y la historia del texto de las Vidas (y por ende, también la enmienda de Casaubon) debía de serle perfectamente familiar. Pero la necesidad de la amistad y, al mismo tiempo, cierta desconfianza hacia los amigos eran esenciales para la estrategia de la filosofía nietzscheana. De aquí el recurso a la lección tradicional, que en sus tiempos ya no era corriente [...].
Es posible que a este malestar de los filósofos modernos haya contribuido el particular estatuto semántico del término "amigo". Es sabido que nadie ha logrado jamás definir de modo satisfactorio el sentido del sintagma "te amo", tanto que se podría pensar que él tiene carácter performativo -esto es, que su significado coincide con el acto de su enunciación. Consideraciones análogas se podrían hacer en relación con la expresión "soy tu amigo", aunque aquí el recurso a la categoría de lo performativo no parece posible. Creo, más bien, que "amigo" pertenece a aquella clase de términos que los lingüistas definen como no-predicativos, es decir, términos a partir de los cuales no es posible construir una clase de objetos en la cual inscribir los entes a los que se atribuye el predicado en cuestión. "Blanco", "duro", "caliente" son por cierto términos predicativos; pero ¿es posible decir que "amigo" defina en este sentido una clase consistente? Por extraño que pueda parecer, "amigo" comparte esta cualidad con otra especie de términos no-predicativos: los insultos. Los lingüistas han demostrado que el insulto no ofende a quien lo recibe porque lo inscribe en una categoría particular (por ejemplo, la de los excrementos o la de los órganos sexuales masculinos o femeninos, según las lenguas), lo cual sería sencillamente imposible o, en todo caso, falso.
El insulto es eficaz precisamente porque no funciona como un enunciado "constatativo", sino más bien como un nombre propio, porque llama en el lenguaje de un modo que el llamado no puede aceptar, y del cual sin embargo no puede defenderse, como si alguien se obstinara en llamarme Gastón sabiendo que me llamo Giorgio. Lo que ofende en el insulto es, así, una pura experiencia del lenguaje y no una referencia al mundo.
Si esto es verdadero, "amigo" compartiría esta condición, además de con los insultos, con los términos filosóficos, que, como se sabe, no tienen una denotación objetiva, y, como aquellos términos que los lógicos medievales definían como "transcendentes", significan sencillamente el ser.
Quisiera que observen ahora con cuidado la reproducción del cuadro de Giovanni Serodini que tienen antes sus ojos [Incontro di San Pietro e San Paolo sulla via del martirio, N. de T.]. La tela, conservada en la Galería nacional de arte antiguo de Roma, representa el encuentro de los apóstoles Pedro y Pablo en la calle del martirio. Los dos santos, inmóviles, ocupan el centro de la tela, rodeados por la gesticulación desordenada de los soldados y los verdugos que los conducen al suplicio. Los críticos a menudo han hecho notar el contraste entre el rigor heroico de los dos apóstoles y la confusión de la muchedumbre, iluminada aquí y allá por las luces salpicadas sobre los brazos, sobre los rostros, sobre las trompetas. Por mi parte, creo que lo que hace que este cuadro sea incomparable es que Serodine ha representado a los dos apóstoles tan cercanos, con las frentes casi pegadas la una sobre la otra, que no pueden verse en absoluto: sobre la calle del martirio, se miran sin reconocerse. Esta impresión de una proximidad por así decir excesiva es todavía mayor dado el gesto silencioso de las manos que se estrechan por lo bajo, apenas visibles. Siempre me ha parecido que este cuadro contiene una perfecta alegoría de la amistad. ¿Qué es, en efecto, la amistad, si no una proximidad tal que no es posible hacer de ella ni una representación ni un concepto? Reconocer a alguien como amigo significa no poderlo reconocer como "algo". No se puede decir "amigo" como se dice "blanco, "italiano", "caliente" -la amistad no es una propiedad o una cualidad de un sujeto-.
Pero es tiempo de comenzar la lectura del pasaje de Aristóteles que me proponía comentar. El filósofo dedica a la amistad un verdadero tratado, que ocupa los libros octavo y noveno de la Etica para Nicómaco. Dado que se trata de uno de los textos más célebres y controvertidos de toda la historia de la filosofía, daré por descontado el conocimiento de las tesis más consolidadas: que no se puede vivir sin amigos; que es preciso distinguir la amistad fundada sobre la utilidad o sobre el placer de la amistad virtuosa, en la cual el amigo es amado como tal; que no es posible tener muchos amigos; que la amistad a distancia tiende a producir olvido, etcétera. Todo esto es archisabido. Hay, en cambio, un fragmento del tratado que me parece no ha recibido la suficiente atención, aunque contiene, por así decir, la base ontológica de la teoría. Se trata de 1170 a 28 - 1171 b 35. Leamos juntos el pasaje:
El que ve, siente (aisthánetai) el ver; el que escucha, siente el escuchar, el que camina, siente el caminar, y así para todas las otras actividades hay algo que siente que estamos ejerciéndolas, de modo que si sentimos, nos sentimos sentir, y si pensamos, nos sentimos pensar, y esto es lo mismo que sentirse existir: existir significa en efecto sentir y pensar.
Sentir que vivimos es de por sí dulce, ya que la vida es por naturaleza un bien y es dulce sentir que un bien tal nos pertenece.
Vivir es deseable, sobre todo para los buenos, ya que para ellos existir es un bien y una cosa dulce. Con-sintiendo, prueban la dulzura por el bien en sí, y lo que el hombre bueno prueba con respecto a sí, también lo prueba con respecto al amigo: el amigo es, en efecto, un otro sí mismo. Y como, para cada uno, el hecho mismo de existir es deseable, así -o casi- es para el amigo.
La existencia es deseable porque se siente que ella es una cosa buena y esta sensación es en sí misma dulce. Pero entonces también para el amigo se deberá consentir que él existe, y esto adviene en el convivir y en el tener en común (koinomeîn) acciones y pensamientos. En este sentido se dice que los hombres conviven (syzên), y no como el ganado, que comparte la pastura. [...] La amistad es, en efecto, una comunidad y, así como es con respecto a sí mismo, así también para el amigo: y como, con respecto a sí mismo, la sensación de existir es deseable, así también será para el amigo.
Se trata de un pasaje extraordinariamente denso, porque allí Aristóteles enuncia tesis de la filosofía primera que no es dado hallar bajo esta forma en ningún otro de sus escritos:
1) Hay una sensación del ser puro, una aísthesis de la existencia.
2) Esta sensación de existir es en sí misma dulce.
3) Hay una equivalencia entre ser y vivir, entre sentirse existir y sentirse vivir. Es una decidida anticipación de la tesis nietzscheana según la cual "ser: no tenemos de ello otra experiencia más que vivir".
4) En esta sensación de existir insiste otra sensación, específicamente humana, que tiene la forma de un con-sentir la existencia del amigo. La amistad es la instancia de este con-sentimiento de la existencia del amigo en el sentimiento de la existencia propia. Pero esto significa que la amistad tiene un rango ontológico y, al mismo tiempo, político. La sensación del ser está, de hecho, siempre re-partida y com-partida y la amistad nombra este compartir.
5 )El amigo es, por esto, un otro sí, un alter ego.
Llegados a este punto, el rango ontológico de la amistad en Aristóteles se puede dar por descontado. La amistad pertenece al protè philosophía, porque lo que en ella está en cuestión concierne a la misma experiencia, la misma "sensación" del ser. Se comprende entonces por qué "amigo" no puede ser un predicado real, que se suma a un concepto para inscribirlo en una cierta clase. En términos modernos, se podría decir que "amigo" es un existencial y no un categorial. Pero este existencial -como tal, no conceptualizable- está atravesado sin embargo por una intensidad que lo carga de algo así como una potencia política. Esta intensidad es el syn, el "con" que reparte, disemina y vuelve compartible la misma sensación, la misma dulzura de existir.
Que este compartir tiene, para Aristóteles, un significado político, está implícito en un pasaje del texto que acabamos de analizar y sobre el cual es oportuno volver:
Pero entonces también para el amigo se deberá con-sentir que él existe, y esto adviene en el convivir y en el tener en común (koinoneîn) acciones y pensamientos. En este sentido se dice que los hombres conviven (syzên), y no como el ganado, que comparte la pastura.
La expresión que hemos traducido como "compartir la pastura" es en tò autò némesthai. Pero el verbo némo -que , como se sabe, es rico en implicaciones políticas, basta pensar en el derivado nómos- también significa: "formar parte", y la expresión aristotélica podría querer decir sencillamente "formar parte de lo mismo".
Es esencial, en todo caso, que la comunidad humana sea definida aquí, con respecto a la animal, a través de un convivir (syzên adquiere aquí un significado técnico) que no está definido por la participación en una sustancia común, sino por un compartir puramente existencial y, por así decir, sin objeto: la amistad como con-sentimiento del puro hecho de ser.
El que esta sinestesia política originaria se haya convertido con el tiempo en el consenso al cual confían hoy sus suertes las democracias en la última, extrema y exhausta fase de su evolución es, como se suele decir, otra historia, sobre la cual los dejo reflexionar.
(1) Se trata del cuadro Incontro di San Pietro e San Paolo sulla via del martirio, de Giovanni Serodine (1624-1625)
Traducción de Flavia Costa. www.agamben.com.ar
martes, 13 de octubre de 2009
La importancia del cómo y el por qué
Sus padres la esperaban hacía ya unos minutos.
Al verle la expresión en la cara
no le reprochan que se haya tardado.
Hablan entre ellos para romper el silencio.
Blanca corta la carne con la mirada perdida.
De pronto su padre
pregunta qué tal anoche
y ella rompe en un llanto nervioso.
Ambos respiran profundo.
Blanca se tapa la cara con las manos.
Su padre -como siempre-
le dice que no se ofende si no quiere contar.
Su madre -como siempre-
le pregunta qué pasó.
Blanca se siente agobiada,
le aturde cada palabra,
le incomodan las miradas
que imagina aunque no ve;
le molesta el mantel
floreado, rosa, verde,
la ironía en los motivos,
y el modo en que están dispuestos
los lugares de sus padres
y el de ella
en torno a la mesa.
Blanca se queda callada,
se quita las manos de la cara…
y dice
nada,
después dice no sé,
y finalmente cuenta todo.
Blanca no llora por amor.
Tampoco entiende muy bien por qué llora
pero a esto no puede decirlo.
Entonces les habla de Negro,
del desencuentro de la noche anterior,
y del infeliz desenlace de un mal entendido.
Blanca se culpa sin culpa,
se siente inocente.
Su padre le pregunta cómo
y ella responde no sé.
Su madre pregunta por qué,
y ella responde
no sé.
Blanca sólo quiere llorar.
Quisiera vomitar pero no puede.
Le duele la garganta, las manos,
las hojas en blanco…
Le duele las calles del barrio,
el cielo cuadrado desde su jardín,
las mañanas oscuras,
las ventanas,
y el único cd que lleva en el auto,
ese de color blanco
con una leyenda escrita a mano
que señala la canción
que sueña
con destinos inciertos…
Ella también quiere un pasaje a cualquier lugar.
Majo Arrigoni
jueves, 8 de octubre de 2009
veranos
1
Hago que duermo
pero no duermo
me dejo estar
el brazo cuelga del sillón
cae la baba por la almohada
dejo que me pinten la cara con dentífrico
escucho sus risitas,
se chistan, susurran,
van y vuelven en puntas de pie.
Afuera mamá y la abuela toman mate
esperan que despierte
Adentro ellas y yo
luchando silenciosamente
a ver quien aguanta más.
Es mi cumpleaños
pero no hay torta,
hay dentífrico, hay calor, hay mate,
hay mamá, abuela, hermanas, primas,
pero no hay papá.
Hay pileta, hay pollo asado
es verano y quiero que se acabe.
2
Pastar como las vacas
relinchar
retozar
bostezar.
Giro.
Respiro el pasto
me froto
giro otra vez.
Extiendo el brazo
extiendo el otro brazo
abro las piernas
cierro los ojos.
Zumban las moscas
la siesta amarilla
las manos pegajosas
recojo mi cuerpo
y lo tiro al río
Floto
escucho el agua
tallar la piedra.
Me arrugo.
Abro los ojos
Los peces
Que flotan están muertos.
3
la mallita enteriza parece gris
pero era blanca con florcitas.
el corazón calado
del vestido
mostraba piel
y era transparente
con venitas azules
saltamos la verja
para robar la fruta
correr
correr más
la risa chilla bajo los árboles
hundimos las uñas en la cáscara
saltan gotas
cerramos los ojos
todo es rojo,
todo huele a naranjas,
abrimos la pulpa
abrimos las bocas
y masticamos la siesta.
4
Crees que lo estás haciendo bien, las palabras salen y
se acomodan una tras otra y
todas juntas cantan en inglés,
pero algo se despatarra.
Se te cae el pantalón,
se te escapa el chorrito y
te pones a correr entre los autos,
correr como descocida,
saltar adentro.
las palabras ya no se acomodan
las palabras enmudecen, se taran, se golpean
contra
los bordes de los sonidos
chillan al estallarse
y corres
entre los espacios vacíos que dejan
5
el ojo se torció solito
esa cara no mira con ese ojo
ese ojo
es un espía
me muestra sus dientes
y ríe a carcajadas
se burla de mi cara
leru leru
quiero apretarlo
hacerle saltar venitas
leru leru
esa cara empieza a
mirarme mal
arruga la frente
los pelos de la oreja
apuntan a mi lengua
sonrío
muestro mis dientes blancos
y torcidos
escupo mis manos
y aliso mi pelo
me acerco
beso la cara
guiño al ojo
Y todo se hunde otra vez.
miércoles, 7 de octubre de 2009
Fiesta del taller - II
Se acerca el finde y creo que hemos olvidado o dejado de lado la discusión referente a la fiesta del taller. ¿Hay actividad programada para este fin de semana?
Espero comentarios...
Besos y vasos,
Lucas
lunes, 5 de octubre de 2009
Día de pescador
Puchero
Golpeé.
La puerta interna de la casa se abrió y apareció la cara sorprendida de Abuela-padre,
de abuela -(difunto)-padre.
La casa estaba en frente de mi ex -escuela,
de mi primaria ex -escuela;
pero además de la calle y un poco de vereda, la casa siempre estuvo separada del resto por ese pasillo- largo-.
Nos veíamos poco; cada cinco o seis meses.
II
Traspasé la puerta.
Mientras me invitaba a tomar un café yo le decía que tenía solo media hora;
ella entremedio me decía que no importaba, y a su vez movía un sillón de lugar y acomodaba unas revista de la mesa y me presentaba a un tipo- que era su hermano- y que se iba a jugar el 25, 14, y 22 a la Quinela.
El 22,
el loco,
el número que odiaba mi viejo. Pensé.
Beso seco y salté los tres escalones que nos llevaban a la cocina.
No los bajé los salté.
Mientras la pava hervía- o esperábamos que hirviera-
miré por la ventana al patio.
Se resolvieron pocas cosas,
y me subió como un nudito entre las sienes y la garganta;
apreté dos instantes los dientes
y salvé la tensión preguntando por unos perros.
(me sirvió a mi la pregunta).
El café fue espeso y sobre-dulzón.
Abuela-Padre me contó muchas cosas,
cosas que nunca había contado:
de su madre,
de sus tíos,
de la granja improvista,
de la hipoteca perdida;
de porqué había dejado sus estudios-secundarios-,
su lento aprendizaje de la cocina,
su amor incondicional por Abuelo-Padre.
Hablamos cuarenta minutos.
Yo llegué tarde.
Mientras me levantaba nombró a la muerte.
Dijo algo de mi prima que hacía casi dos años se había suicidado.
“nadie sabe porqué lo hizo” dijo;
y yo asentí con la cabeza de espalda al patio.
La cocina transpiraba por la olla ondeando que no hacia ruido todavía.
Miré el reloj y la borra de café acabado.
Miré de nuevo el reloj y en menos de cinco minutos abandoné la casa.